-Increíble. ¿Qué
té es? -preguntó él.
-No tiene nada de
excepcional. Las hojas están cogidas del monte. Quizá por eso sepa mejor. Lo
hacemos con agua del manantial que hay en la cima del pico aquel de allí, el
del oriente. El agua, cuanto más alta esté la fuente, más dulce es. Prendemos
el fuego con piñas secas y un recipiente de barro. Si suma esos tres buenos
elementos, sabrá por qué le parece que está tan rico. Lo que ustedes suelen
beber no es sino té cuyas hojas son transportadas desde otros lugares,
compradas, y ya casi ni son té. Por fuerza no sabe a nada. Y si además no se
fija uno ni en el agua, ni en el fuego, ni en el recipiente, entonces no es de
extrañar que el resultado sea un sabor que deja mucho que desear.
Liu E - Los viajes del buen doctor Can