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público universitario en la ciudad de Lleida.
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sus inicios, Punt de Llibre ha estructurado su gestión con el soporte
informático y ha sido pionera en la informatización de todos sus servicios.
Punt de Llibre es un
referente importante en Lleida y su
provincia en el área de las humanidades. Asimismo disponen de amplias
secciones de Literatura, Ocio e Infantil-Juvenil.
Te invitan a pasear por su catálogo para que intentes encontrar
aquello que hace tiempo que estás buscando. En el caso de que no lo encuentres,
puedes servirte de la herramienta de pedidos especiales.
Cristo peregrino [La hospitalidad dispensada a Cristo y a San Pedro]
Cierto día, Cristo y el apóstol Pedro llegaron muy tarde a una aldea.
El Señor pretendió encontrar lugar donde pasar la noche dentro de una isbá
pobre. Pero San Pedro insistió en que fueran a una casa rica, en la que hubiera
de todo. El Señor no le retuvo consigo. Le permitió ir, mientras Él se quedaba
sentado a esperarlo en las inmediaciones de una casa pobre. Pedro fue a la casa
más rica.
«Aquí nadan en la abundancia. Nos darán una cena magnífica y pasaremos
buena noche», pensó.
Pero se equivocaba. La dueña de la casa le rechazó de forma muy
grosera:
-Para los vagabundos no dispongo ni de cena ni de sitio donde dormir.
Pedro se enfadó, pero no perdió la esperanza, y se dirigió a otra casa.
En esta y en una tercera casa le negaron cobijo. Muy despechado, volvió Pedro
al lugar en el que le esperaba el Señor.
-Vamos, entremos en esta casa -dijo el Señor.
La dueña de la casa se encontraba a la mesa, junto con sus hijos: se
notaba que la morada era muy pobre.
«Vaya un recibimiento que vamos a tener», pensó Pedro. «Esta mujer no
posee nada».
Se equivocaba. Cuando el Señor pidió algo de cena y un lugar para pasar
la noche, la mujer, que era viuda, le contestó:
-Si no despreciáis lo poco que hay, lo compartiré con mucho gusto.
Cristo asintió. La viuda se levantó de la mesa y salió. Regresó al cabo
de un rato con un plato de sopa. Volvió a pedir perdón, ya que la sopa era muy
pobre.
-Me habría salido mejor si hubiera tenido mantequilla.
-Pedro -dijo el Señor-, cuenta los ojitos de mantequilla.
El apóstol contó los ojitos. Eran casi más de sesenta.
Cuando dieron cuenta de la comida y se disponían a subir a la
buhardilla en la que la viuda les había preparado las camas, el Señor regaló a
la viuda tantas monedas de oro como ojitos de mantequilla flotaban sobre la sopa.
La pobre mujer no sabía qué hacer, de tan alegre que estaba.
Al día siguiente, por la mañana temprano, la mujer se dirigió a una
rica casa vecina a comprar leche para preparar un buen desayuno a los
peregrinos, y contó a la dueña de qué modo le habían recompensado los huéspedes
por la pobre sopa que les había ofrecido. Le contó también que los viajeros le
habían dado tantas monedas de oro como ojitos de mantequilla flotaban sobre la
sopa.
La campesina rica era avariciosa. Amaba el dinero. Le dijo a la viuda
que no preparara nada, que quería invitarlos ella personalmente, que en su casa
tenía de todo, y que ella misma preparaba la mejor sopa que se hacía en la
región. Cuando la viuda informó a San Pedro y al Salvador, el Señor dijo:
-Vamos, Pedro.
Y fueron a la Casa de aquella campesina rica, seguidos por las
bendiciones de la viuda. La campesina rica les preparó una sopa muy suculenta.
-Si pagaron tan bien por una sopa pobre -pensó-, cuánto mejor pagarán
una sopa tan buena.
-Pedro -dijo el Señor- cuenta los ojitos de mantequilla que están en la
sopa.
-Oh, Señor -exclamó Pedro, al que la sopa le estaba pareciendo muy
rica-. La sopa es tan sustanciosa que toda la grasa se ha juntado en un solo
ojo. La dueña merece que la recompenses el doble.
Al salir de la casa, el Señor le dio a la campesina una sola moneda de
oro. La mujer no quedó satisfecha, pero el Señor no le dio nada más.
-Tantos ojitos, tantas monedas.
Por el camino, Pedro se lo fue reprochando al Señor. Pero el Señor le
dijo:
-Pedro, el mérito de lo que se da no está en la cantidad, sino en la
actitud con la que se entrega. En verdad te digo que la sopa pobre de la viuda
vale sesenta veces más que la sopa suculenta de la campesina rica.
(Alexandr Nikoláievich Afanásiev)