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domingo, 8 de marzo de 2015

Museo del Romanticismo




Un hombre feliz

 Un  hombre fue a visitar a Chuan Tzu y le expuso así su situación:
-Soy un hombre desdichado, oh admirable filósofo. Enséñame el camino del Tao para lograr así la felicidad.
-Antes de enseñarte cuál es el camino del Tao necesito saber por qué eres infeliz -dijo Chuan Tzu.
-Soy infeliz porque no tengo nada -dijo el hombre mostrándole las manos vacías.
-¿Qué tienes ahí, entonces? -preguntó el filósofo.
-Nada. ¿No ves que están vacías? -dijo el hombre.
-Tienes dos manos -dijo Chuan Tzu-. No es cierto que no tengas nada.
-Soy infeliz porque no tengo casa -se quejó el hombre.
-¿Dónde vives, entonces? -preguntó el filósofo.
-No vivo en ningún sitio -dijo el hombre-. ¿No acabo de explicarte que no tengo casa?
-Vives en tu cuerpo -dijo Chuan Tzu-. Esa es tu casa verdadera.
-Soy infeliz porque estoy solo -dijo entonces el hombre.
-¿Con quién vives, entonces? -preguntó el filósofo.
-No vivo con nadie. No tengo mujer ni familia -dijo el hombre-. ¿No acabo de explicarte que estoy solo?
-Vives contigo mismo -dijo Chuan Tzu-. ¿Qué otra mejor compañía podrías tener?
-Por favor, enséñame el camino del Tao.
-Tú no necesitas el camino del Tao -dijo Chuan Tzu con una amable sonrisa-. ¿Para qué, si ya tienes todo lo que deseas y eres ya completamente feliz?

Andrés Ibañez