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domingo, 21 de junio de 2015

Museu del Cómic



El anillo de Hans Carvel

Hans Carvel, ya entrado en años,
con moza joven casó,
y al par que esposa, tomó
alarmas y desengaños,
cosa que siempre se vio.
Babeau, -es la doncella,
de concordato hija ducha,
fue de raza, ardiente, bella,
y apta a la amorosa lucha.
Hans Carvel, que por natura,
temía los cuernos traidores,
alegaba a la criatura
la leyenda y la Escritura
y los mejores autores.
Las visitas censuradas,
maldecía de las coquetas
y de sus miles recetas,
y ansioso vituperaba
la que de agradar trataba.
Reíase de esto la galante,
sin atender a razones,
no gustando de sermones
 a no venir de un amante.
       Y el infeliz marido,
    mal llevado y mal traído,
habría deseado la muerte,
cuando a su pena artera,
-la historia es muy verdadera-,
dio una hora de paz la suerte.
Cierta noche el de que hablo,
después de haber bien bebido,
de Babeau roncaba al oído,
cuando creyó que el diablo
le ponía al dedo un anillo
y decía: "-Veo la tortura
que te consume y apura
y de ello me maravillo.
Guarda ese anillo y no penes,
pues te aseguro y prometo,
mientras le lleves sujeto,
que nada que temer tienes.
-Prosternarme ante ti quiero,
no hay merced que más halague.
¡Satanás! ¡Dios te lo pague!
¡Gracias, señor limosnero!"
Y en esto, -creerme podéis,-
despertándose el marido,
halló su dedo metido,
en el sitio en que sabéis. 

(La Fontaine)



Los marcapáginas que ilustran este cuento los he escogido porque van "como anillo al dedo" y son un regalo de Pedro Jiménez el día en que cumplía 90 años, 90 sí, 90. A él queremos dedicarle esta página con la alegría de saber que aún nos quedan muchos marcacapáginas suyos por disfrutar.