Blogs que sigo

lunes, 7 de septiembre de 2015

MNAC 3



Mauki

Mauki tenía las orejas agujereadas, no en un sitio ni en dos, sino en un par de docenas. En uno de los orificios más pequeños llevaba una pipa de cerámica. Los mayores eran demasiado grandes para tal adorno. La cazuela de la pipa habría pasado a través de ellos. De hecho, en el agujero más grande de cada oreja llevaba tapones redondos de madera de unas cuatro pulgadas de diámetro. La circunferencia de dichas aberturas medía aproximadamente doce pulgadas y media. Mauki no era muy especial en sus gustos. En los ori­ficios más pequeños llevaba entre otras cosas casquillos va­cíos, clavos, tornillos de cobre, pedazos de cuerda, briznas de cables trenzados, tiritas de hojas verdes y, al atardecer, con la fresca, flores de hibisco color escarlata. De ello se de­ducirá que para andar por la vida no necesitaba bolsillos, los cuales, por otra parte, le estaban vedados por consistir toda su indumentaria en un retazo de percal de varias pulgadas de anchura. En la cabeza lucía una navaja con la hoja cerrada sobre un rizo del cabello. Su posesión más preciada era el asa de un tazón de porcelana que llevaba colgada de un anillo de concha de tortuga pendiente a su vez del tabique nasal. Pero a pesar de estos adornos, su cara resultaba agrada­ble. Era el suyo un rostro hermoso desde cualquier punto de vista, sobre todo tratándose de un nativo de la Melanesia.

Jack London - Relatos de los Mares del Sur