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miércoles, 22 de marzo de 2017

Biblioteca Castro


El ejemplo de la lámpara

Había un anciano de vacilante memoria. Muy deseoso de instruirse, fue a ver a un hombre cuyos conocimientos lo habían hecho famoso y lo interrogó acerca del olvido. El hombre le habló. El anciano, satisfecho, regresó a su celda. Pero, en cuanto hubo cerrado la puerta, se dio cuenta de que ya había olvidado lo que acababan de decirle.
Regresó junto al santo y lo interrogó por segunda vez. El santo le contestó lo mismo. El anciano regresó a su celda. En cuanto hubo cerrado la puerta, lo había vuelto a olvidar.
Un poco más tarde, tras otros intentos parecidos, se encontró con el santo y le contó su problema:
-Olvido todo lo que me dices, y ya no me atrevo a interrogarte.
-Ve a encender una lámpara -le dijo el santo.
El anciano obedeció. Regresó con una lámpara encendida.
-Trae otras lámparas -le dijo el santo-. Enciéndelas todas con la primera.
El anciano así lo hizo. Pronto hubo varias lámparas encendidas.
-¿Acaso la primera lámpara -le dijo el santo- ha sufrido algún daño por el hecho de haber encendido varias lámparas con su llama?
-No -dijo el anciano.
-Entonces, no lo dudes -le dijo el santo-. Cada vez que quieras venir a interrogarme, te responderé.

Jean-Claude Carrière