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martes, 9 de mayo de 2017

Anantes




Muestra de test de inteligencia

La falta de claridad agazapada en los procesos mentales de los autores de libros de auto ayuda que pretenden acla­rar la escena humana alcanza un punto interesante en el capítulo XIV de Desarrolle su personalidad, de Sadie Myers Shellow. En otros tiempos, la doctora Shellow fue psicólo­ga de la Compañía de Tranvías y Suministro Eléctrico de Milwaukee. Estas cosas ocurren en un mundo de permuta­ciones infinitas. Yo mismo estuve una vez relacionado con la Compañía Central de Óptica de Ohio. Me contrataron porque tenía bicicleta, aunque el motivo por el que una compañía de óptica necesita una bicicleta puede resultar, en apariencia, tan inexplicable como el motivo por el que una compañía de tranvías y suministro eléctrico necesita una psicóloga. Mi experiencia con los maquinistas me lleva a creer que su dificultad para hablar es tan grande que nun­ca dicen nada, y dudo mucho que en todo Wisconsin haya un solo maquinista dispuesto a contarle a un psicólogo la historia de su primera infancia. La doctora Shellow, claro está, tal vez haya seguido otro método, pero la mayoría de los psicólogos empiezan por la infancia del paciente. O por su vida sexual. No sé por qué, nunca he pensado que los maquinistas tuvieran vida sexual, pero eso no significa que no la tengan. Me temo que esta especulación no nos conduce a ninguna parte.
Volvamos al libro de la doctora Shellow. Apareció por primera vez hace cinco años, pero sus editores acaban de publicar una edición de un dólar que pone la confusión del capítulo XIV al alcance de todos. En 1932 llegaron a hacerse seis ediciones. La presente se imprimió a partir de las plan­chas originales, lo cual significa que los errores que apare­cen en ella se han perpetuado a través de los años. El libro comienza con un proemio de Albert Edward Wiggam, un prólogo de Morris S. Viteles y una introducción de la pro­pia doctora Shellow. En el primer párrafo del capítulo 1, la doctora Shellow da la siguiente definición de personalidad sacada de un diccionario: «Conjunto de rasgos necesarios para describir lo que será una persona». A menos que me haya vuelto loco leyendo estos libros, y creo que algo de eso hay, esa oración define la personalidad como el con­junto de rasgos necesarios para describir a un nonato. Si el error de la doctora Shellow es aquí tipográfico, destaca muy especialmente en un libro con un capítulo que habla de técnicas de lectura y ofrece unos tests para medir la eficacia lectora. La doctora Shellow cuenta el caso de una joven «capaz de captar una página entera de un solo vistazo y, tras atenta concentración, referir con detalle lo que había leído a medida que las palabras pasaban raudas». Si la doc­tora Shellow empleó este sistema al leer las galeradas de su libro, según parece, el sistema no es bueno. Es evidente que suena como si no fuera bueno. Debo reconocer que he comenzado por una confusión menor, la definición de personalidad, pero pasemos a algo tan confuso que raya en lo sublime.
El capítulo XIV se titula «Tests de inteligencia», y en el apartado «Muestra de test de inteligencia» se ofrecen doce problemas. En la explicación del número II que hay una serie de intrigas decididamente oscuras, pero el número 12 es el que más me interesa; no logro imaginar qué hicieron los maquinistas de Milwaukee. En el número 12 se plantea lo siguiente: «Tache la única palabra que hace que esta ora­ción sea absurda y reemplácela por una que sea correcta: "Un kilo de plumas pesa menos que un kilo de plomo"». Pasemos ahora a la explicación que da la doctora Shellow para llegar a la solución de la dichosa preguntita. Escribe: «En el número 12 analizamos la capacidad crítica de la men­te. Nuestro primer impulso es estar de acuerdo con que un kilo de plumas pesa menos que un kilo de plomo, porque las plumas son más ligeras que el plomo, pero si volvemos a leer la pregunta, nos damos cuenta de que un kilo de plumas no puede pesar menos que un kilo de plomo, puesto que un kilo es siempre lo mismo. Entonces, ¿cuál es la palabra que convierte en absurda toda la oración? Podríamos tachar el segundo kilo y reemplazarlo por libra, en cuyo caso tendría­mos: un kilo de plumas pesa más que una libra de plomo, y eso sería correcto. O podríamos tachar la palabra pesa y sustituirla por abulta, en cuyo caso habríamos eliminado el absurdo».
Nos encontramos ante algo que sólo atino a llamar pa­raíso de errores. En el planteamiento que hace la doctora Shellow del problema y su solución encuentro Transferen­cia, Expresión de Deseos, Sustitución Inconsciente, Di­sociación Psicológica, Corte de Nudo Gordiano, Enume­ración Superficial, Distorsión del Enfoque, Abandono de la Gravedad Específica, Falsificación de Premisa, Diver­gencia de la Coherencia, Exceso de Cursivas, Escapismo Retórico y Abuso del Artículo Indefinido. Su mayor error, la evocación de las palabras «pesa más» sin venir a cuento de nada, basta para fastidiar el problema a tal punto que ya no tiene arreglo, pero en el número 12 hay otras muestras interesantes de razonamiento impreciso. La doctora She­llow arranca con mal pie ya en el mismo planteamiento del problema. Empieza diciendo: «Tache la única palabra que hace que esta oración sea absurda». Eso significa que sólo hay una palabra que pueda cambiarse y limita a la persona que hace el test a esa sola palabra, pero en su explicación, la doctora Shellow primero cambia una palabra y luego otra. Por cierto, en la oración hay cinco palabras que puede cam­biarse para que tenga sentido. De esa manera, ya estamos jorobados desde el principio. Si la doctora Shellow hubiera escrito «Tache una palabra que hace que esta oración sea absurda», no habría habido ningún problema. Me parece que sé cómo se metió en el lío. Imagino que al principio puso «Tache una de las palabras», y se encontró cara a cara con una antigua traba de la redacción en inglés: no supo si decir «que hace que esta oración sea absurda» o «que hacen que esta oración sea absurda». (No me gusta utilizar la cursiva, pero para que la doctora Shellow se aclare hay que recurrir a ella). Tengo la impresión de que la doctora Shellow decidió que «hacen» era lo correcto, y por supues­to lo es, pero que no estaba contenta con «Tache una de las palabras que hacen que esta oración sea absurda» por­que aquí, «palabras» domina sobre «una». Y como quería enfatizar «una», la cambió por el artículo definido «la», a continuación le colocó delante el adjetivo «única» y, para curarse en salud, recurrió a la cursiva. Llegada a este punto, ya estaba hecha un lío y el problema empezó a acosarla.
No haría tanto hincapié en el asunto si los editores de la doctora Shellow no la hubiesen convertido en paradig­ma de lucidez, precisión y pensamiento lógico. (Ahora que lo pienso, creo que haría el mismo hincapié en el asunto aunque los editores no hubiesen dicho ni pío). Algunos pobres diablos deben de haber desarrollado un complejo de inferioridad por no haber sido capaces de entender la autorizada explicación que la doctora Shellow ofrece del número 12, y me gustaría devolverles la confianza en sus propias mentes. No se puede ir por la vida dando cualquier respuesta a un test de inteligencia, sobre todo en esta época en la que una de cada tres personas que lee estos libros tiene la convicción bastante firme de que su mente está a un paso de venirse abajo.
Pasemos a otro punto de la explicación de la doctora que resulta interesante por su falta de claridad. Tomemos su frase inmortal: «Podríamos tachar el segundo kilo y re­emplazarlo por libra», etc. Quienquiera que siguiera esas instrucciones llegaría a lo siguiente: «Un kilo de plumas pesa menos que un libra de plomo». Aunque dejáramos a un lado el asunto del peso (cosa que me resisto a hacer, pues el peso es la cuestión principal), no se puede sustituir «kilo» por «libra» sin sustituir «un» por «una», con lo cual estaríamos cambiado dos palabras. Si «un» y «una» son la misma palabra, entonces las cosas han tomado un cariz realmente malo. Si se permitiera semejante chapucería, se podría resolver el problema diciendo: «Un kilo de plumas pesa menos que dos kilo de plomo». Yo salí del atolladero cambiando «menos» por «igual», por si alguien estuviera interesado.
Concluyamos esta excursión al país de las maravillas de la psicología con un párrafo de la doctora Shellow que aparece inmediatamente a continuación de su explicación número 12: «Si el lector hizo rápidamente el test antes de leer la explicación, es posible que haya descubierto algunas cosas sobre sí mismo. Un test más detallado sería todavía más revelador. En algún momento de su vida, todo el mun­do debería someterse a un test de inteligencia completo y analizar sus defectos para conocer los errores a los que su forma de razonar puede conducirlo y qué hábitos de pensamiento incorrectos debe evitar». Y ahora quiero que todo el mundo salga en fila y en silencio, sin soltar ninguna agudeza.

James Thurber