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jueves, 31 de agosto de 2017

Fira del pá i de la xocolata


Carta de su padre       ( y 11)

¡Ja! ¡Ya sé que no soy un intelectual, pero supe vi­vir!
Un momento... dame tiempo... las cosas se borran... Sí -¿te imaginas cómo nos sentimos cuando Ottla nos dijo que tenías tuberculosis? Oh, como pudiste re­cordarme que una vez dije, en un ataque de mal hu­mor, a un ayudante inútil que tosía por la tienda -de­berías haber tenido que tratar con esos goyim pere­zosos- que se debería morir, perro enfermo. ¿Sabía yo que también tú contraerías tuberculosis? No fue culpa nuestra que se te pudrieran los pulmones. Tra­té de ensanchar tu pecho cuando eras pequeño, ense­ñándote a nadar. No deberías haberte ido nunca de tu propia casa, del cuidado de tus padres, a ese agujero de ratas en el Schonborpalais. Y el cuchitril de Berlín... A veces lo pasamos bien ¿verdad, Franz? Cuan­do tomábamos cerveza y salchichas después de las lec­ciones de natación. Por lo menos recordaste la cerve­za y las salchichas, cuando te estabas muriendo.
Una cosa más. Me ahoga, tengo que decirla. Sé que nunca responderás. Una vez escribiste «la palabra sólo es posible cuando uno quiere mentir». Tú eras dema­siado hipersensible para hablamos, Franz. Guardaste silencio, con la verdad: los que jugaban una partida de cartas, daban la vuelta en la cama al otro lado de la pared -era el sonido de la gente viva que no te gustaba. Tu venganza, que eras demasiado cobarde para ejecutar en vida, la has tomado aquí. No pode­mos yacer pacíficamente en nuestras tumbas, desente­rrados, desamortajados por la fama. Profanar la tum­ba de tus padres así como su lecho, ¿no te da ver­güenza? ¿No te da vergüenza, ahora? Bueno, de qué sirve pelearse. Yacemos juntos en la misma tumba: tú, tu madre y yo. Hemos terminado como siempre deberíamos haber estado, unidos. Descansa en paz, hijo mío. Ojalá me hubieras dejado a mí hacerlo.

Tu padre
Hermann Kafka

Nadine Gordimer