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lunes, 25 de diciembre de 2017

Universidad de Barcelona


El maestro escondido

Tras largos años de estudios Malik Dinar decidió ponerse en camino en busca del Maestro Escondido. Apenas se había alejado de su casa, cuando encontró a un derviche que avanzaba con dificultad. Los dos hombres caminaron juntos, en silencio. Al cabo de un par de horas el derviche habló: 
-¿Quién eres?  ¿Adónde vas? 
-Soy Malik Dinar. Voy en busca del Maestro Escondido. 
-Yo soy El Malik el-Fatik -dijo el derviche-. Recorreré este camino contigo. 
-¿Puedes ayudarme a encontrar al Escondido? 
-¿Que si puedo ayudarte?  ¿Puedes ayudarme tu? -dijo el derviche, con ese tono tan irritante al que tan aficionados son los derviches-. Todo depende del uso que se haga de la experiencia. Y eso sólo puede transmitirlo, parcialmente, un compañero de viaje. 
-¿Qué quieres decir? 
-No quiero decir nada. Lo digo. 
Llegaron junto a un árbol, que oscilaba y crujía. 
-El árbol habla -dijo el derviche, que se había detenido-. Escucha. 
-¿El árbol habla? 
-Sí. Y esto es lo que dice: «Algo me hiere. Tómate el tiempo necesario para sacarlo de mi tronco, para que yo pueda descansar.» 
Tengo demasiada prisa -dijo Malik Dinar-. Y, de todas formas, ¿cómo puede ser que un árbol hable? 
Siguieron su camino. 
Se detuvieron un poco más lejos y el derviche dijo: -Cuando estábamos junto al árbol, he olido a miel. 
Quizá había un enjambre de abejas en el tronco... 
-Sí, es verdad -dijo Malik Dinar-. Aprisa, volvamos y cojamos la miel. Nos la comeremos y la venderemos para pagarnos los gastos del viaje. 
-Si así lo quieres -dijo el derviche. 
Dieron media vuelta. Cuando estuvieron junto al árbol, vieron a un grupo de viajeros que acababan de recoger gran cantidad de miel. 
-¡Que golpe de suerte! -decía uno de aquellos hombres-. ¡Aquí hay suficiente miel para abastecer a toda una ciudad! De pobres peregrinos, henos aquí convertidos en comerciantes. Nuestro porvenir está asegurado. 
Malik Dinar y el derviche reemprendieron el viaje en silencio. 
Llegaron a una montaña y en el interior de ésta oyeron una especie de murmullo, de continuo zumbido. El derviche pegó la oreja al suelo y dijo: 
-Bajo nuestros pies se agitan millones y millones de hormigas. Están construyendo una colonia. Y ese zumbido que oímos es una demanda de auxilio. En el lenguaje de las hormigas, nos dicen: «Ayudadnos. Estamos cavando un túnel, pero unas piedras muy duras nos obstruyen el paso. Rompedlas." 
Y el derviche le preguntó a Malik Dinar: 
-¿Nos detenemos para ayudarlas o seguimos nuestro camino? 
-Amigo mío, las hormigas y las piedras no nos conciernen. Yo busco al Maestro Escondido. No me  interesa nada más.  
-Como quieras -dijo el derviche-. Sin embargo, oigo que las hormigas murmuran que todas las cosas se tocan y se entremezclan. Eso podría tener alguna relación con nosotros. 
Malik Dinar no prestó la más mínima atención a las observaciones del derviche, y los dos hombres siguieron su camino el uno al lado del otro. 
Se detuvieron para pasar la noche. Malik Dinar se dio cuenta de que había perdido su cuchillo. «Se me debe de haber caído cerca de aquel hormiguero», pensó. 
Allí regresó a primera hora de la mañana, con el derviche. 
Al llegar a la montaña vieron a un grupo de hombres, cubiertos de barro, que descansaban al lado de un montón de monedas de oro. Era un tesoro, dijeron, que acababan de desenterrar. Y añadieron, acosados a preguntas por Malik Dinar: 
-Caminábamos por la carretera, cuando un pobre derviche nos llamó y nos dijo: «Cavad en este sitio. Veréis como lo que es piedra para unos puede ser oro para otros.» ¡Y he aquí la fortuna que nos ha dado esta tierra! 
Malik Dinar maldijo su mala suerte. 
-Si nos hubiésemos detenido -le dijo al derviche-, tú y yo seríamos ricos ahora. 
Entonces uno de los hombres que descansaba le dijo a Malik Dinar: 
-Tengo que decirte que este derviche que te acompaña se parece mucho al que nos habló anoche. 
-Todos los derviches se parecen -dijo el derviche. 
Malik Dinar y su compañero volvieron a ponerse en marcha. Algunos días más tarde llegaron al borde de un río muy agradable. Se detuvieron para esperar la barca. Delante de ellos, un pez saltó varias veces fuera del agua. 
-Ese pez -dijo el derviche-, nos envía un mensaje. Nos dice: «Me he tragado una piedra. Cogedme y dadme a comer determinada hierba. Ésta me permitirá sacar la piedra, que de no ser así me ahogará.  ¡Viajeros, tened piedad de mí! » 
En aquel momento llegó la barca y Malik Dinar, impaciente por seguir viaje, hizo subir al derviche. Como caía la tarde, pasaron la noche en la orilla opuesta. 
 Por la mañana apareció el barquero radiante de felicidad. Les dijo que la noche anterior había sido la noche de su fortuna. Besó las manos del derviche y de Malik Dinar, y les dijo que eran los portadores de su suerte. Le pidió al derviche que lo bendijera. 
 -Será un placer -dijo éste-, porque te lo mereces. 
 -¿Qué ha pasado pues? -preguntó Malik Dinar. 
-Soy rico, y ahora sabréis cómo. Anoche, estaba a punto de volver a casa cuando os vi en la otra orilla. Decidí, a pesar de vuestro pobre aspecto, hacer un último viaje, porque a veces da buena suerte ayudar a viajeros menesterosos. Cuando estaba amarrando mi barca, el trabajo ya terminado, vi a un pez que se había lanzado a la orilla. Intentaba desesperadamente tragar, una brizna de hierba. Le puse la hierba en la boca. Entonces vomitó una piedra y volvió a sumergirse en el río. Esa piedra era un diamante perfecto, de un tamaño incomparable. Hará la fortuna de mi familia durante siete u ocho generaciones. 
Entonces Malik Dinar estalló hecho una furia y le  dijo al derviche: 
-¡Eres un demonio! ¡Tú sabías de la existencia de esos tesoros por alguna secreta percepción! ¡Pero no me lo dijiste a las claras! ¿Así se comporta un verdadero compañero de viaje? Sin ti, solo tenía mala suerte. ¡Pero al menos no conocía la existencia de estos tesoros escondidos! ¡Nada sabía de estas posibles riquezas escondidas en un árbol, en una montaña y en el vientre de un pez! ¡Escondidas en todas las cosas, quizá! 
En cuanto hubo pronunciado aquellas palabras irritadas sintió que un fuerte viento le levantaba el alma. Y supo, en aquel preciso instante, que la verdad era justo lo contrario de lo que acababa de decir. 
El derviche le tocó suavemente el hombro y le sonrió. 
-Ahora ves -le dijo-, el uso que se puede hacer de la experiencia. El conocimiento del Maestro Escondido solo puede transmitirse de forma parcial por un compañero de viaje. 
-¿Dónde está  ese Maestro Escondido? 
-Lo has percibido perfectamente. Está en ti. 
Malik Dinar se quedó inmóvil un instante, como atontado. Esperó a que la calma penetrase en su alma y la calma llegó. Se dio la vuelta y vio al derviche, que se iba con un grupito de viajeros. Hablaban animados de los peligros que sin duda les acechaban en el camino. 

Jean-Claude Carrière